Dr. Pbro. Alfonso Verduzco Pardo
Zamora, Mich., 26/junio/2024.- Hoy en día el erotismo es algo que rodea nuestra vida cotidiana. Las películas, la TV, las revistas, el internet, etc. Nos presentan continuamente a la mujer como objeto de placer sexual. Las mujeres jóvenes a su vez se adaptan felices a las modas que las hacen lucir más sexuales, se someten a dietas aun a riesgo de su salud para lucir seductoras; hoy en día no hay mejor piropo para una dama joven que el decirle que está buenota, pero ¿buenota para qué? Pues para qué ha de ser…
Se ha olvidado que la profunda feminidad de la mujer radica en su capacidad de amar, de darse en su entrega al esposo, a sus hijos, a sus familiares, a los demás. Despojada de este valor se convierte en objeto placentero y queda a merced de las exigencias de la publicidad y del comercio. De hecho, una mujer centrada en sí misma que no se entrega o se entrega a medias, es muy consumista, suele gastar lo increíble en atuendos y tratamientos de belleza.
No es fácil para la mujer substraerse al implacable bombardeo de la publicidad sexual y ello hace que el hombre la vea prioritariamente como un objeto sexual y viva en una situación de erotización constante que llega a ser abrasiva.
El sexo ya no se presenta como algo querido por Dios para la comunión en el amor a la vida, ahora se le cierran las puertas a la vida; las mujeres se ligan y los hombres se operan, usan preservativos, así que, el matrimonio es simplemente un contrato, una convivencia con derecho al sexo, se compra o se renta la pareja como si fuera un mueble o un departamento.
La contracultura contemporánea está reduciendo la sexualidad a la genitalidad.
Lo sexual es algo que debería caracterizar a cada persona y fundamentar la masculinidad o la feminidad de cada quien, algo cuyo asiento principal está en el cerebro y no en el trasero.
No deberíamos dejarnos arrastrar por las fuerzas el montón, por quienes dicen que “hormona mata neurona”, ellos quieren hacer prevalecer lo genital, hablan de que el motor del ser humano es el placer, el disfrute animal; con eso lo único que se consigue es que el ser humano sea cada vez más incapaz de vivir en el amor auténtico, con nobleza de sentimientos.
Por ese motivo los conflictos matrimoniales acaban fácilmente en divorcio, el acto sexual se desnaturaliza y en vez de ser “fuente y culmen de amor”, se convierte en una actividad egocéntrica y obsesiva, se quiere encontrar placer y sólo placer en el sexo, así que la pareja se convierte en un simple instrumento que cuando aburre, ya no sirve y hay que desecharla.
En nuestra modernidad se ha pasado del tabú sexual a la obsesión.
Se ha pasado de la represión al desenfreno y la pareja se ha esclavizado al sexo...