vie. Dic 6th, 2024

LAS PEQUEÑAS COSAS…

Eliseo Castillo

RECUERDOS QUE TE NOMBRAN

“Amigo de cualquier tiempo y cualquier día, / cuando a veces mis manos extiendo y te escudriño, / no es que busque refugio a mis temores, / sólo se que te encuentras a la vera de mi vida, / que estás ahí, si te nombro o adivino, / que como ayer, hoy, se que cuento contigo. / Ayer, hoy, parte de una vida, amigo”…elíseo

Ayer lunes 25 de noviembre se realizó en el mundo occidental una de tantas manifestaciones en que se busca la emancipación del género femenino y sus cómplices (homosexuales-trans, por ejemplo). La finalidad, como se ha venido repitiendo sistemáticamente, es eliminar la violencia masculina sobre la femenina.

A veces con argumentos de peso, a veces engalladas por las modificaciones que se han venido dando; al grito de “ni una menos, ni una más”; “muera la violencia de género”; “igualdad de oportunidades y salarios”.

Nada que no tenga fundamentos; sobre todo, que no quede suficientemente claro..

Pero…

El problema se ubica fundamentalmente en los “pequeños excesos” con que se viene dando esta protesta a nivel internacional; fundamentalmente en el mundo occidental; sabemos de antemano, por más que queramos ocultarlo, en el Oriente y mundo musulmán en particular, las cosas son diferentes; la estructura social y religiosa les ofrece otros mecanismos de control y separación entre géneros.

Sin duda, la mujer cuenta con menos posibilidades de emancipación; la realidad está ante nuestros ojos; no hace falta mucha teoría en el caso.

Sin embargo, las arengas contra la violencia de género se ha convertido en bandera de lo imposible; no se va a lograr jamás la igualdad entre desiguales; para bien o para lo que sea, lo masculino es diferente a lo femenino; como es diferente la pobreza y la riqueza; lo justo de lo injusto.

Las manifestaciones entre mujeres contra los hombres, y contra las mujeres que no les apoyan, es evidentemente un grito de reproche contra lo establecido.

La presidenta Claudia lanzó la sentencia que las ha sugestionado de manera pendenciera… “no llego sola, llegamos todas”.

Este es el gran problema que no queremos entender; el modelo patriarcal ha sido desventajoso para la mujer; los roles asignados le son desventajosos a esta; por eso se rebela, se molesta; protesta y grita; lo peligroso es que la línea entre lo justo y lo deseado, no necesariamente es lo que beneficia a la sociedad.

Aquí no es la película de buenos y malos donde sabemos el resultado final desde el primer momento; la mujer grita y exige más derechos y espacios de poder; algunos merecidos; otros por la oportunidad del momento.

Por desgracia…

La violencia no va a desaparecer; se seguirá aplicando como forma de manifestación entre una persona más fuerte que otra; en la lucha por el control de los bienes, en las relaciones sociales y laborales, expresado en puestos y salarios.

No es que sea natural esta relación; es que entre más compleja es la sociedad, más se acelera el “estrés competitivo”; cada individuo desde su infancia recibe la enseñanza aprendizaje de que vive en un mundo de fuerza y competencia…; ¡resulta imposible pedirle que deje de competir, si sus padres le dicen… “desde el kínder quiero estrellitas en tu frente mijita…mijito…; cierra tus piernitas mi niña, por que eres débil y su muestras tus calzones, te haces vulnerable a los ojos y deseos de los niños…; luego entonces le asignamos una relación de fuerza superior al niño, capaz de tomar a la fuerza lo que desee y se le ponga al alcance de sus manos”.

El resto de su vida va a ser un continuum en que se va a reconocer que la diferencia de género es algo que se manifiesta y se alienta desde la familia; que se acrecienta en la escuela, el barrio, la iglesia, el recreo y deporte y el trabajo.

O se es competitivo, o se es marginado desde la infancia; en la familia se aplaude el triunfo desde la fuerza, luego desde la inteligencia; y se le apuesta al futuro en que se espera que esta persona lo manifieste física y mental; pero sobre todo traducido en resultados materiales y de poder…

Tenemos que definir si aceptamos el cambio de modelo de vida social; las feministas marchan y reclaman un cambio total de la sociedad; pero este requiere de la destrucción del modelo patriarcal competitivo. Lo que ellas piden es la destrucción de un modelo; pero esto exige la instalación de otro, que, habría que ver si resulta mejor que el que se elimina.

¡Un modelo matriarcal es una opción…! el problema es si la mujer está lista y dispuesta a jugar el rol central en el mismo.

El hombre construyó durante miles de años este modelo dominante, sometedor contra la mujer, y el niño, lo que, al parecer hace el feminismo que marcha, grita y reclama hoy, es el relevo de mando en el mismo; parece que no quiere cambiarlo, desea controlarlo; quizá por eso se le llena la boca a la mujer mexicana cuando hace eco de la consigna que lanza la presidenta de México… “no llego sola…, llegamos todas”.

Para que sea posible una sociedad menos injusta entre mujeres y hombres, primero tenemos que desarmar la idea de competir para ganar; para ser mejores, para evitar que el otro y la otra tenga lo que yo quiero; si la idea de competir para tener más que los demás se puede pensar en otro modelo; el problema es que hay que quitarle la tentación a cada papá y mamá de alentar la competencia en el niño y niña; en dejar de aplaudirle las estrellitas y calificaciones; recordarle a cada uno que sus características los hacen durante su vida relativamente más débiles y fuertes en relación a los demás; pero que eso no debe ser lo que designe su comportamiento.

Hoy salen a protestar en un mundo machista que las hace encabronarse…; pero hacen todo para parecerse cada vez más a lo que atacan.

Cada vez hay más machas; al mismo tiempo que la idea de competitividad lo defienden como si fuera su gran tesoro; su motor de vida…; ser competitivas como los machos; aunque al final muten progresivamente a un clima de “machas”, tan parecidas al macho que atacan.

Digo, si nos encanta gritar que luchamos por un mundo sin “madrazos” contra la mujer; enfrentémonos a la guerra de los “verdadazos”.

¡uff!

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