jue. May 2nd, 2024

casos de la vida real

Pbro. Dr. Alfonso Verduzco Pardo

Don Miguelito era un señor extremadamente piadoso, era el prototipo de las personas beaturronas, de mucho rezo y poca caridad; y con un criterio como el ojo de una aguja. Quedó viudo con 2 hijas a las que quería educar extremadamente piadosas, de misa y comunión diaria. En su casa se respiraba un ambiente como el del castillo de la pureza.

Don Miguelito solía rezar sus devociones postrado de rodillas ante una imagen del señor San José que estaba en el templo de San Francisco, ¡cómo era curioso escucharlo en sus suplicas!: “Hay señor San José, bendito y alabado seas, concédeme encontrar una mujer siquiera como la tuya…”

Sus hijas, en contraste, eran dos muchachitas simpáticas e inquietas. La mayor de ellas frisaba entre los 19-20 años y tenía su novio con el cual le daba vuelo a la hilacha a espaldas de Don Miguelito.

Un buen día una de sus amigas del mismo jaez que ella se propuso organizar una pijamada. Estas tales pijamadas se pusieron de moda por aquella época, y consistía en que la anfitriona invitaba a las parejas de novios amigas suyas, y se reunían para juguetear durante la noche con toda clase de erotismos.

Así las cosas, un buen día la mayor de las hijas de Don Miguelito se le ocurrió pedirle permiso a su padre para participar en una de estas pijamadas que estaba organizando una de sus amigas. En cuanto Don Miguelito escuchó la petición de su hija mayor, cuyo nombre era Judith, para participar en la pijamada acompañada de Andrés, su novio, Don Miguelito perdió su ecuanimidad, se ruborizó, y con el coraje reflejado en su rostro, recriminó a su hija: “pero, ¿cómo te atreves a pedirme semejante permiso?, ¿acaso yo las he educado para que anden por ahí de nalga fácil? Ni se te ocurra salirme otra vez con esos modernismos, lo que vas a conseguir es que te dé unas nalgadas bien puestas…”

“Ay no, no papasito, ni se te ocurra”- repuso Judith, “porque en cuanto Andrés, mi novio, vea los moretones en mis pompis, se va a enojar mucho y podría agredirte…”.

La mojigatería o el resanderismo son una enfermedad de la auténtica devoción cristiana.

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