El presidente del Partido Acción Nacional (PAN), Marko Cortés, reconoció ayer que en 2015 el organismo que preside entregó un contrato para prestación de servicios a una empresa vinculada a Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública preso en Estados Unidos por narcotráfico. Según el político michoacano, la operación fue completamente normal e incluso se informó en su momento al Instituto Nacional Electoral (INE).
En el intento de deslindar a su partido de las actividades ilícitas de García Luna, Cortés evade abordar el asunto de fondo: la relación entre el PAN y gobernantes que fueron, en el mejor de los casos, indolentes, y en el peor, cómplices de criminales de altísimo perfil. Debe recordarse que los señalamientos hacia el ex policía no se iniciaron en diciembre de 2019, cuando fue detenido por autoridades estadunidenses, sino que se remontan a más de dos décadas atrás. En 2001, primer año de Vicente Fox en Los Pinos, el entonces secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero, presentó una denuncia penal contra García Luna y otros funcionarios por la compra irregular de aeronaves, motocicletas y otros gastos cuando fue coordinador general de Inteligencia de la Policía Federal Preventiva (PFP).
La Procuraduría General de la República (PGR, hoy FGR) hizo caso omiso de la denuncia y mantuvo a García Luna como coordinador general de la Agencia Federal de Investigación (AFI), adscrita a la propia PGR. Ese mismo año, la instancia antecesora de la actual Secretaría de la Función Pública acudió a la PGR para señalarlo como corresponsable en la adquisición ilegal de un avión, cinco helicópteros y 167 autos. Con estos antecedentes que no podía ignorar, el segundo panista que llegó a Los Pinos, Felipe Calderón, puso a García Luna al frente de la Secretaría de Seguridad Pública, le encomendó crear la Policía Federal y lo hizo su mano derecha en la gran farsa a la que denominó “guerra contra el narcotráfico”.
En 2007, el general Tomás Ángeles Dauahare, subsecretario de la Defensa, informó a Calderón de los nexos de su funcionario consentido con el crimen organizado. En 2008, Javier Herrera Valles, coordinador regional de Seguridad de la Policía Federal, advirtió al ex presidente sobre los sospechosos nexos de García Luna. Ninguno de los dos fue escuchado y, en cambio, se les inventaron cargos y se les mantuvo en prisión hasta que tuvieron que ser liberados por falta de pruebas. Incluso quien dirigió el PAN durante la campaña presidencial de Calderón, Manuel Espino, lo alertó sobre los nexos criminales de García Luna. Tampoco faltaron desde entonces investigaciones periodísticas documentadas que dieron cuenta de la doble vida del policía.
De esta manera, resultan deplorables las pretensiones de prominentes panistas y ex panistas para desmarcarse de quien, con o sin afiliación formal al partido blanquiazul, fue uno de los integrantes insignia de sus administraciones. En días pasados, el secretario de Gobernación durante cinco años del foxismo, Santiago Creel, afirmó “tajante, absolutamente” que no tenía conocimiento de la turbiedad de García Luna, cuando una secretaría del gabinete que coordinaba lo denunció penalmente al inicio del sexenio. Con sus reacciones a la condena de García Luna, los miembros del PAN (incluido Calderón, quien continúa como una de las figuras más visibles del panismo pese a su renuncia formal al partido) sólo ahondan la percepción de que durante 12 años muchos dirigentes del instituto político sabían lo que estaba pasando y, o eran parte del entramado delictivo o decidieron solaparlo.
El partido de las derechas y las ultraderechas mexicanas está, pues, en una difícil disyuntiva: si se empeña en sostener la tesis de la ignorancia, enviará el mensaje de que produce gobiernos inservibles, mientras admitir que conocía las andanzas del superpolicía lo obligaría a depurar su dirigencia, sus cuadros y sus alianzas. Lo claro es que Acción Nacional se halla inmerso en una crisis de la que no podrá salir si no emprende una severa y radical autocrítica, acompañada por una explicación coherente acerca de la suprema insensibilidad de sus miembros para mantener en un puesto estratégico a un personaje tan siniestro como García Luna. La coincidencia de esta circunstancia con el arranque de la batalla electoral de 2024 puede inducir la tentación de cerrar los ojos y ocultar la basura bajo la alfombra, pero sin una aclaración creíble de su pasado, el PAN se enfila al total descrédito.